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29 de agosto de 2022

La sequía permite una nueva investigación arqueológica en el yacimiento íbero de Sierra Boyera (Córdoba)

El Ayuntamiento de Belmez y los responsables de la excavación ofrecen visitas explicativas a unos restos del siglo VII a.C.
Excavaciones arqueológicas en el yacimiento íbero de Sierra Boyera / Cadena SER 

Los años de sequía prolongada que arrastra la cuenca hidrográfica del río Guadalquivir muestran ahora su peor cara con los embalses de la provincia en una situación de escasez no vista desde los años noventa. Son estos bajos niveles de agua los que están haciendo aflorar parte de la historia de territorios antes inundados, sea de forma natural o por acción del hombre.

La bajada de la cota de agua ya deja ver en el Danubio, uno de los ríos más grandes de Europa, restos de buques alemanes hundidos durante la II Guerra Mundial. Y algo parecido ha ocurrido en el término municipal de Belmez (Córdoba), bañado por el embalse de Sierra Boyera, que a día de hoy se encuentra apenas al 12 % de su capacidad.

El nivel del agua se ha reducido de forma tan considerable que ha permitido ampliar una investigación arqueológica que iniciaron en el año 2018 científicos de la Universidad de Granada. Entonces, salió a la luz un yacimiento íbero que data de finales del siglo VII a.C. que fue descubierto por los propios vecinos del municipio cordobés.

Ahora, en un pantano con aspecto casi desértico, los arqueólogos siguen investigando sobre el hallazgo e incluso se están organizando visitas guiadas cada jueves, "que por el momento están siendo un éxito rotundo", según ha manifestado a La SER el responsable de la excavación, Pablo González.

El investigador concreta que "es el momento perfecto para realizar catas en este yacimiento, pues debido a los elementos de erosión, que van eliminando capas de tierra, nos encontrábamos en un 'punto de no retorno' respecto a la posible pérdida de información". "En pocos años, el yacimiento lo formarán objetos principalmente cerámicos que no nos dirán nada, porque en arqueología, el objeto sin el sustrato solo tiene valor como elemento de colección", sentencia.

Corte geológico tras corte geológico, las pesquisas han logrado reconstruir parte de una historia hasta ahora soterrada por el agua que abastece al Norte de la provincia. De hecho, se cree que el asentamiento tiene un híbrido de influencias del mundo íbero y el tartesio, pues se ha localizado un objeto de oro similar a los encontrados en el Tesoro de El Carambolo, localizado en Camas (Sevilla).

Los restos incluyen también un horno cerámico de tradición fenicia, figuras de bronce o un molino rotatorio de más de cuatrocientos kilogramos de peso. Aunque Pablo González matiza que "todavía falta mucho trabajo de laboratorio para encajar todas las piezas del puzle", las investigaciones han podido acreditar incluso un abandono temporal del asentamiento, gracias a capas de ceniza analizadas y una ocupación temporal posterior coincidente con las segundas Guerras Púnicas.

27 de abril de 2016

Declaran Zona Arqueológica el yacimiento de El Carambolo en Camas (Sevilla)

La declaración se produce casi 60 años después del hallazgo de su tesoro tartésico. La zona protegida tiene una superficie de 29.450 metros cuadrados y comprende la totalidad del yacimiento y de los vestigios materiales de sus cinco fases de ocupación.
El Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía ha acordado inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la tipología de Zona Arqueológica, el yacimiento de El Carambolo, situado en el término municipal de Camas (Sevilla) y donde en 1958 se produjo el hallazgo del tesoro tartésico del mismo nombre, uno de los lugares fundamentales para el conocimiento de las primeras culturas asentadas en el Bajo Guadalquivir y en el suroeste de la Península Ibérica.

Según ha informado la Junta en un comunicado, la zona protegida, con una superficie de 29.450 metros cuadrados en la parte alta del Cerro del Carambolo, comprende la totalidad del yacimiento y de los vestigios materiales de sus cinco fases de ocupación, correspondientes a los periodos Calcolítico (2500-1700 a.C.) y del Bronce Final (1400-1100 a.C.); la Protohistoria tartésica y fenicia (siglos IX al VII a.C.), y la época contemporánea. De esta última se incluyen un emplazamiento artillero de principios del siglo XIX y el edificio de Tiro de Pichón (segunda mitad del siglo XX).

El decreto de inscripción "delimita también un área adicional de protección de 495.080 metros cuadrados que abarca todo el perímetro del cerro, incluyendo las laderas que se han mantenido libres de edificaciones", ha añadido la Junta, que ha explicado que "se salvaguarda así uno de los hitos paisajísticos más sobresalientes del entorno metropolitano de Sevilla, un territorio donde los puntos elevados son muy escasos". Su visibilidad sin alteraciones es fundamental para entender la posición estratégica que motivó la temprana ocupación del enclave.

Asimismo, la norma aprobada inscribe como Bienes de Interés Cultural el tesoro tartésico y cinco piezas encontradas en las excavaciones, todas conservadas en el Museo Arqueológico de Sevilla. Entre ellas destaca el exvoto de la diosa Astarté, cuya inscripción frontal constituye uno de los testimonios más antiguos y extensos de lengua fenicia en la Península Ibérica.

Todos estos bienes muebles corresponden a la Protohistoria, la tercera y más importante de las cinco fases de ocupación del yacimiento, y las sucesivas excavaciones realizadas a partir de 1958 subrayan, como elemento fundamental de este periodo, la existencia de un santuario erigido por los fenicios hacia mediados del siglo VIII a.C., sobre el que se habrían construido edificaciones que mantuvieron el carácter sagrado del lugar durante algo más de 200 años.


Este centro ceremonial, posiblemente el de mayor entidad de la comunidad fenicia que ocupaba la antigua Ría Bética, alcanzó una amplia proyección territorial como lugar de referencia en las rutas de navegación que unían el Guadalquivir con el Atlántico y el Mediterráneo.

Los principales vestigios de este periodo, conocido como orientalizante o tartésico, corresponden a varios edificios superpuestos en la corona del cerro. El denominado 'Complejo A', orientado hacia el Este y construido con muros de ladrillo de adobe, ofrece restos de pavimentos realizados con conchas marinas perfectamente alineadas y de gradas decoradas en damero rojo y negro o fajas alternas rojas y blancas.

Algunos fragmentos fueron extraídos como muestras para su depósito en el Museo Arqueológico de Sevilla y destacan también un altar circular y otro en forma de piel de toro.

A mediados del siglo VI a.C., las edificaciones del conjunto se destruyeron parcialmente y fueron reutilizadas para usos metalúrgicos y artesanales, como atestigua la localización de 14 hornos en el lateral suroeste del cerro.

BIENES MUEBLES
Respecto a los bienes muebles vinculados al yacimiento, el más destacado es el del Tesoro del Carambolo, "un conjunto único y original, sin paralelos próximos, que parece ser obra de un taller local con un desarrollo propio, orientalizante tartésico, diferente del puramente oriental de carácter colonial". Integrado por 21 piezas huecas de oro con un peso de casi tres kilos, consta de dos brazaletes, dos colgantes en forma de piel de toro, ocho plaquetas con decoración de rosetas, otras ocho con decoración de semiesferas de polo rehundido y un collar de pseudosellos.

Otros objetos singulares procedentes del área excavada en 1958 por el profesor Juan de Mata Carriazo son, además del citado exvoto de la diosa Astarté, una pieza cerámica en forma de barca con un caballo en la proa, una cadena con apliques de oro, un escarbeo pétreo de color azul y otro de pasta blanca en cuya base aparecen motivos jeroglíficos egiptizantes.

Respecto a las otras cuatro fases de ocupación, de la primera (Calcolítico) se conservan 14 fosas-silos, así como hogueras y un enterramiento infantil, mientras que del Bronce Final se han identificado varias fosas rellenas por detritos que podrían tener un carácter ritual. Una vez abandonado a partir del siglo VI a.C., y después de casi veinticinco siglos, el cerro tuvo un breve uso militar como emplazamiento artillero, posiblemente vinculado a la Guerra de la Independencia (1808-1814).

La última fase corresponde a la edificación de las instalaciones de la Real Sociedad de Tiro de Pichón en la primera mitad del siglo XX. Las obras para su ampliación y mejora motivaron el hallazgo casual del Tesoro del Carambolo en 1958 pero también ocasionaron la pérdida de la parte superior de estratigrafía arqueológica y del propio yacimiento en tres laderas del cerro.

21 de mayo de 2015

La Junta incoa un expediente para declarar BIC el yacimiento arqueológico del Carambolo, en Camas (Sevilla)

La zona a proteger abarca 29.450 metros cuadrados del cerro del Carambolo, incluyendo los sitios denominados "Carambolo Alto" y "Carambolo Bajo", e identificando diferentes fases de ocupación, entre los que destaca el Santuario del S. VIII a.C. La resolución también recuerda el descubrimiento del famoso "tesoro del Carambolo", formado por 21 piezas de oro de 24 quilates en 1958.
Arqueólogos y colectivos han alertado periódicamente del abandono del cerro y los vertidos incontrolados de basura en el mismo.
La Consejería de Educación, Cultura y Deporte ha incoado finalmente un procedimiento para incluir el yacimiento arqueológico del cerro del Carambolo, enclavado en Camas (Sevilla) y donde en 1958 fue descubierto el famoso tesoro homónimo, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como bien de interés cultural (BIC), según una resolución de la Secretaría General de Cultura emitida este pasado martes. 

El cerro de El Carambolo, donde antiguamente se ubicaba la Sociedad de Tiro Pichón, fue el 30 de septiembre de 1958 el escenario de uno de los mayores descubrimientos del pasado de la provincia y de toda Andalucía; las ruinas de una antiquísima construcción y de un tesoro de 21 piezas de oro labradas al estilo oriental y cuyo origen se remonta a los siglos VII y VIII antes de Cristo. Se trata, como no, del famoso tesoro del Carambolo

Los suelos del cerro fueron adquiridos en el año 2000 por el grupo promotor de Gabriel Rojas, al objeto de construir un hotel de 150 habitaciones que integraría las ruinas del santuario, —principalmente vestigios de cimentaciones de adobe—, mediante un centro de interpretación. 

No obstante, las restricciones dictadas desde la Consejería de Cultura a esta iniciativa motivaron que en 2009, el citado grupo inmobiliario ofertase los terrenos a la Administración autonómica al considerar truncado su proyecto. Tres años después, ya en 2012, trascendió que Gabriel Rojas había emprendido una reclamación patrimonial contra la Junta de Andalucía, a cuenta de los perjuicios derivados del fracaso de su proyecto de hotel, extremo a su vez fruto de las restricciones urbanísticas impuestas sobre los terrenos, que seguirían en poder del grupo promotor. 

MÚLTIPLES AVISOS
Entretanto, los arqueólogos y colectivos conservacionistas han alertado periódicamente del abandono del cerro y los vertidos incontrolados de basura en el mismo, reclamando insistentemente medidas de protección para el yacimiento arqueológico, que fue sellado después de la última excavación e investigación científica. 
El tesoro de 21 piezas de oro se remonta a los siglos VIII-VII a.C.

Recientemente, de hecho, el pleno del Ayuntamiento de Camas aprobaba por unanimidad de sus fuerzas políticas reiterar a la Junta de Andalucía la petición de que el yacimiento arqueológico fuese declarado de una vez como bien de interés cultural, para que el mismo cuente con la debida protección. Finalmente, la Secretaría General de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte ha emitido una resolución este pasado martes, acordando incoar "el procedimiento para la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como bien de interés cultural, con la tipología de zona arqueológica, del yacimiento del Carambolo". 

La mencionada resolución, recogida por Europa Press, señala el descubrimiento del yacimiento y del famoso tesoro del Carambolo, formado por 21 piezas de oro de 24 kilates, allá por 1958, así como las primeras excavaciones arqueológicas dirigidas por Juan de Mata Carriazo y Juan Maluquer de Motes, extremo que supuso "un revolucionario incremento del conocimiento sobre la protohistoria del suroeste peninsular". 

"UN IMPORTANTE SANTUARIO" 
La resolución rememora además "las excavaciones e investigaciones realizadas a partir de 1989 y las mas recientes de 1997", según las cuales el yacimiento guarda los vestigios de "un importante santuario con las dependencias propias de los enclaves sacros, un lugar de culto erigido por los fenicios hacia mediados del siglo VIII antes de nuestra era, sobre el que se habrían construido edificaciones que perpetuaron el carácter sagrado del lugar durante algo más de doscientos años". 

Así, dicho documento detalla que la zona a proteger abarca 29.450 metros cuadrados del cerro del Carambolo, incluyendo los sitios denominados "Carambolo Alto" y "Carambolo Bajo", e identificando diferentes fases de ocupación, comenzando por la de la Edad del Cobre, una fase de ocupación humana correspondiente al periodo tardío o final de la Edad del Bronce y una fase correspondiente a la protohistoria, entre los siglos IX y VI antes de Cristo, fase a la que correspondería la creación del mencionado santuario.

"En el momento actual de las investigaciones, se atribuye al yacimiento arqueológico de El Carambolo un significado de centro ceremonial con amplia proyección territorial y un lugar de culto de referencia para la navegación en la rutas que unían el Guadalquivir con el Atlántico y el Mediterráneo, pudiendo tratarse del principal santuario de la comunidad fenicia que ocupaba la antigua ría bética", expone la resolución.
(Fuente: 20 Minutos / Europa Press)

2 de octubre de 2012

Un estudio relaciona el tesoro del Carambolo con sacrificios rituales fenicios

Las placas y frontiles de oro de 24 kilates pertenecerían a un "ajuar litúrgico utilizado para la procesión presacrifical de un toro y una vaca" a los dioses fenicios Baal y Astarté.
Tesoro del Carambolo, descubierto en Camas (Sevilla) en 1958.
Un reciente estudio elaborador por los prestigiosos arqueólogos Fernando Amores y José Luis Escacena defiende la hipótesis de que el famoso tesoro del Carambolo, descubierto en 1958 en Camas y formado por 21 piezas de oro de 24 kilates, fue un ajuar que engalanaba a un sacerdote y a dos bóvidos destinados a ser inmolados en honor de los antiguos dioses fenicios Baal y Astarté.

El tesoro del Carambolo, como es sabido, fue descubierto en 1958 en el cerro homónimo de Camas, en el marco del hallazgo de los vestigios arquitectónicos de un antiguo santuario que los expertos atribuyen a una población de influencia fenicia. La localización de una figura atribuida a la diosa fenicia Astarté, en ese sentido, sostiene la tesis tradicional de que el santuario estaba dedicado expresamente a esta divinidad, toda vez que la antigüedad de las 21 piezas de oro labradas al estilo oriental que conforman el tesoro del Carambolo se remontaría a los siglos VII y VIII antes de Cristo.

EL MOTIVO DEL TESORO
Pues bien, los arqueólogos sevillanos Fernando Amores y José Luis Escacena han elaborado un nuevo estudio, titulado 'Revestidos como Dios manda. El tesoro del Carambolo como ajuar de consagración', al objeto de profundizar en el papel que este fabuloso ajuar jugaba en el mencionado santuario de influencia fenicia. El objeto del estudio no es otro que esclarecer "quienes y para qué" poseían y utilizaban este ajuar áureo, según expone los arqueólogos Amores y José Luis Escacena en este documento publicado en la revista de prehistoria y arqueología de la Universidad de Sevilla y recogido por Europa Press.

Este estudio rememora que Juan de Mata Carriazo, el primer arqueólogo en investigar el yacimiento del Carambolo y el propio tesoro, sostuvo en su momento que "las joyas pertenecerían al ajuar de un monarca tartésico", aunque Amores y Escacena avisan de que la asunción de esta hipótesis obliga a pensar en un "Argantonio gigantesco" en el que encajasen las diferentes piezas del ajuar, en referencia al mítico monarca tartésico citado en los antiguos textos históricos. En ese sentido, Amores y Escacena recuperan una idea ya defendida por ellos mismos unos diez años atrás y sostienen que el tesoro del Carambolo no es otra cosa que "un ajuar litúrgico destinado por la comunidad fenicia a los sacrificios llevados a cabo en honor de sus principales dioses". "El conjunto incluiría el atuendo sacerdotal, más los atalajes de sendos bóvidos ofrecidos a Baal y a su compañera Astarté", señala el informe.

"AJUAR LITÚRGICO"
De tal manera, estos dos arqueólogos exponen que "el lote de joyas supone el ajuar litúrgico utilizado para la procesión presacrifical de un toro y una vaca inmolados, respectivamente, para Baal y Astarté". Para defender esta idea, que recupera y "matiza" la propuesta ya esgrimida por ambos en 2003, Amores y Escacena argumentan toda una serie de textos históricos que prueban que "durante la Antigüedad, la dedicación de primicias a los dioses que consistían en sacrificios de animales iban normalmente precedidas de la correspondiente procesión", toda vez que "las costumbres religiosas (...) requerían la vestimenta adecuada para la ocasión. De ahí que los animales se engalanaran convenientemente antes de ser presentados a la divinidad".

Amores y Escacena abundan en esta tesis con el argumento de que "para la época tartésica, algunos toros representados sobre vasijas llevan esta prenda u otra parecida que cuelga de la espalda del animal", en referencia a una banda ancha o cincha posada sobre el lomo del animal y que cae por sus flancos. Como ejemplo, citan los arqueólogos "una escena de decoración vascular" procedente de un yacimiento de Marchena, porque esta escena muestra "un bóvido pintado al estilo de las cerámicas orientalizantes del ámbito tartésico" y el animal en cuestión "aparece recorrido verticalmente por una especie de paño de bordes festoneados".

EL PAPEL DE LAS PLACAS
Además, citan un texto del poeta Prudencio que describe un toro engalanado para una ceremonia con "los flancos cubiertos entre guirnaldas entretejidas y los cuernos envainados", pues tal testimonio probaría "el posible papel de las placas rectangulares" del tesoro, que descansarían sobre "bandas" colocadas a su vez sobre la piel del animal. Las piezas que Juan de Mata Carriazo identificaba como 'pectorales' del ajuar de un jerarca o gran sacerdote, de otro lado, corresponderían a frontiles que adornarían la "testuz" de los bóvidos, con lo que la hipótesis de Amores y Escacena sostiene que "el sacerdote" del ritual "luce el collar y los brazaletes" del tesoro en sus bíceps "mientras que la vaca aparece engalanada con el juego de frontil y placas que dispone de rosetas y el toro con el que carece de ellas.

"El ajuar que engalanaba a la hembra sería el que muestra de forma insistente la roseta, representación gráfica de la hierofanía de la diosa madre e icono de Astarté (...) y, por exclusión, el otro lote revestiría al macho consagrado a Baal, lo que encajaría con este dios si las medias esferas constituyesen alusiones solares". "Rosetas y semiesferas están presentes, en fin, en los brazaletes, prenda reservada al clero encargado de llevar a cabo el sacrificio", resumen Amores y Escacena en este documento. Finalmente, los arqueólogos mencionan la oposición de la profesora de la Universidad de Sevilla María Luisa de la Bandera a la idea de que el tesoro fuese usado para adornar bóvidos bajo la premisa de que "el oro era un metal de uso exclusivo para los dioses".

Y es que, "al recibir el ajuar litúrgico sobre sus cuerpos, el dogma de la época sostendría que los animales experimentaban una transustanciación de su condición carnal, proceso por el que se convertían en la propia divinidad", defienden finalmente Fernando Amores y José Luis Escacena
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(Fuente: Europa Press / La Vanguardia)