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10 de junio de 2015

Un dado hallado en Foz-Calanda (Teruel) podría descifrar números en escritura ibérica

El cubo, de tres centímetros de lado, presenta distintos signos en cada una de sus seis caras. Está fechado a principios del siglo I antes de Cristo y realizado con tierra cocida. Los arqueólogos de la excavación sostienen que puede ser relevante para conocer la equivalencia gráfica del 1 al 6.

Los trabajos arqueológicos que, desde hace una década, se llevan a cabo en los centros alfareros de época íbero-romana de Foz-Calanda (Teruel) han descubierto en esta campaña una piedra cúbica de cerámica, que podría corresponder a un dado de juego y desvelar signos numéricos realizados en el siglo I antes de Cristo. Esta hipótesis arrojaría luz al conocimiento de una escritura con más de 2.000 años de antigüedad y contribuiría, al mismo tiempo, a ayudar a descifrar una lengua con muchas incógnitas.

La investigación en el yacimiento de Mas de Moreno, dirigida por los arqueólogos Alexis Gorgues, profesor de la Universidad de Burdeos Montaigne (Francia), y José Antonio Benavente, director del Taller de Arqueología de Alcañiz, se ha centrado, entre otras actuaciones, en una pequeña extensión donde, entre los siglos III y II antes de Cristo, se tiraban los fragmentos de cerámicas rotas o defectuosas. En esta escombrera, tal y como explicó el especialista francés Gorgues, han hallado «bastantes objetos, entre los que hay unas figuritas que podrían ser juguetes de la época así como una pieza muy extraña, que podría corresponder a un dado». 


PRIMERA SERIE NUMÉRICA EN EL MUNDO IBÉRICO
El cubo, de tres centímetros de lado, con distintos signos en cada una de sus seis caras, está fechado a principios del siglo I antes de Cristo y realizado con tierra cocida. «Se trata de un objeto que nunca ha salido del yacimiento aunque no sabemos por qué, porque no presenta ningún desperfecto visible». Para el director de los trabajos, «si el dado es lo que parece, una pieza de un juego, tendríamos la primera serie numérica que se conoce en el mundo ibérico». En este sentido, adelantó que el hallazgo arrojaría la inscripción de cifras del 1al 6, pero «no podemos tener la certeza de a qué signo correspondería cada uno». 

Alexis Gorgues añadió, desde Burdeos, que «las cifras en íbero son bastante difíciles de identificar, y más aún de entender. Este dado nos podría dar una llave en relación con este asunto». El arqueólogo José Antonio Benavente subrayó la importancia de los «signos del alfabeto ibérico que aparecen en cada una de las caras, y que podrían representar números». «Es un elemento muy interesante –coincidió– para el conocimiento de la escritura ibérica».

UNA ESCRITURA MUY COMPLEJA
Por su parte, Francisco Beltrán, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza, puso de manifiesto ayer que la escritura ibérica es «compleja» y, además, la lengua está «sin descifrar». «Conocemos –dijo– los valores fonéticos de la mayor parte de los signos, aunque no de los numéricos. La escritura ibérica sabemos cómo suena, pero no lo que significa». En este sentido, aclaró que hay inscripciones en las que, con seguridad, aparecen secuencias numéricas que son letras ibéricas, aunque también otros signos que parecen tomados de otros sistemas alfabéticos. «Nos movemos en un terreno de bastante incertidumbre».
 
FIRMA DE LA CASA
El taller de Foz-Calanda, coincidieron los especialistas, «es más antiguo de lo que pensábamos, y llega incluso hasta el siglo IV-III antes de Cristo». «Es uno de los pocos ibéricos con el que podemos reconstruir cómo evolucionó la alfarería tradicional a lo largo de cuatro siglos», explicó Alexis Gorgues.

Esta campaña, además de la aparición de nuevas estructuras, como balsas de decantación de arcillas, se han descubierto sellos e inscripciones en cerámicas que podrían contener el nombre de los dueños del negocio. El hallazgo sería interesante para «estudiar la dispersión de la producción, si se ha localizado en otros lugares, y definir así su área de distribución. 
El programa de excavaciones de este alfar forma parte del plan anual del Consorcio Patrimonio Ibérico de Aragón. En estos últimos años se han descubierto, y excavado parcialmente, siete hornos cerámicos. «Es –indicó Benavente– el yacimiento más importante de Aragón para el conocimiento y estudio de las técnicas de elaboración y producción de la cerámica de época íbero-romana». 
(Fuente: Universidad de Zaragoza)

21 de marzo de 2013

Descubierta una mina de oro romana en Lugo

Se trataría del aurífero romano más grande de Galicia, y el único conocido que lavaría el metal precioso no en dirección a un río, sino a una ría. El yacimiento puede llegar a ocupar 150 hectáreas. Es el primero de estas características que aparece en A Mariña, entre Foz y Barreiros.
"Pepitas" de oro extraídas actualmente de las arenas del río Miño
 en Salvaterra por la empresa "Áridos do Mendo".
FOTO: La Voz de Galicia / Óscar Vázquez
Las jornadas micológicas dan a veces frutos inesperados. Sobre todo cuando el amante de las setas sabe leer los mensajes ocultos bajo los montones de piedras y las formas onduladas del terreno, que no acostumbran ser caprichosas. En A Mariña coincide que hay varios de estos aficionados al níscalo y el cantarelo que además son capaces de emocionarse ante un petroglifo, una mámoa o lo que podría parecer el parapeto de un castro.

La última vez, en Foz, cesta de mimbre en mano, lo que creyeron toparse dos de estos vecinos de la comarca lucense fue precisamente eso, un parapeto y el consiguiente foso. Pero pasó que después de este foso se levantaba otro parapeto, seguido nuevamente de un foso, y de otro parapeto y otro foso. Parecía una sucesión eterna. La fortificación semejaba excesiva, imposible, y entonces Manuel Miranda, que era precisamente uno de los dos colectores de setas, se llevó la duda a casa tras la excursión. Y no se le ocurrió mejor cosa, a quien también ejerce de portavoz del colectivo Mariñapatrimonio, que empezar a despejar su intriga repasando la toponimia de la zona.

Toponimia referida al agua

Rego Grande, Pozo Mouro, Quebradoiro, Cal, Furada, Piego, Meixador, por la banda de Foz. Lagoa, Covas y Carral, ya al otro lado del límite municipal, en el ayuntamiento de Barreiros. “Nos dimos cuenta de que muchas de estas palabras hacían referencia al agua, a las conducciones, a los pozos, y que eso tenía que indicar algo”, explica Miranda. “Cal es canal; Piego es piélago, que en castellano tiene también la acepción de estanque; Meixador es, según algunos estudiosos de la toponimia, un lugar por donde se vierte agua; Carral es, entre otras cosas, un lugar con surcos que recuerdan el rastro de las ruedas de los carros”.

Los miembros de Mariñapatrimonio, un grupo que en el último lustro ha informado a la Xunta de numerosos hallazgos arqueológicos que nadie antes había identificado, comprobaron que aquella extraña estructura de fosos y parapetos encontrada en el lugar de A Espiñeira (Foz) tenía su continuidad en la vecina zona de As Covas, al borde de la ría, en Barreiros. Y descubrieron otros signos, como unos montículos de cantos rodados que bien podían ser murias, las escombreras que dejaban a su paso los romanos después de explotar una mina. 

Fotografía aérea del año 1956
Fotografía aérea de 1956 que ayudó a limitar la zona de la mina.
Las fotos aéreas que consultaron en Internet no ayudaban mucho. La zona está repoblada con pinos y eucaliptos que apenas dejan ver el suelo desde el cielo. Hasta que, buscando con paciencia, se toparon con imágenes en blanco y negro, del año 56. Ahí la vegetación todavía no había crecido, y el terreno aparecía dibujado de surcos que desembocaban en otros canales más grandes, ladera abajo.

Por entonces, y ya con la sospecha de que aquello se trataba de una mina, habían telefoneado al arqueólogo Santiago Ferrer, uno de los mayores expertos gallegos en yacimientos romanos, que dirige en Bande la excavación del campamento militar de Aquis Querquennis siempre que lo permite el nivel de las aguas (las ruinas duermen buena parte del año sumergidas en el embalse de As Conchas). Según Miranda, cuando le enviaron la vieja foto aérea, la respuesta de Ferrer fue rotunda. No cabía duda de que se trataba de una mina de oro romana, con canales, balsas y depósitos para el lavado y la decantación del mineral. 

Primera mina de oro en A Mariña
Nadie antes había sospechado que en A Mariña se hubiese extraído oro. Es la primera mina que aparece, y según Mariñapatrimonio, a juzgar por las estampas aéreas, podría alcanzar unas dimensiones enormes: 150 hectáreas de terreno repartidas entre Foz (50 hectáreas) y Barreiros (unas 100). Efectivamente, si así fuese, se trataría del aurífero romano más grande de Galicia, y el único conocido que lavaría el metal precioso no en dirección a un río, sino a una ría.

Pero el arqueólogo, que visitó el lugar con miembros de Mariñapatrimonio y el alcalde de Foz, es cauteloso. Según él, lo que de momento se puede decir de este yacimiento es que se encuentra en buen estado de conservación y que es “novedoso”, porque “nadie imaginaba que pudiera existir”. Miranda añade que esta mina, “una obra de ingeniería bestial”, podría explicar la abundancia de castros en la zona. Alrededor hay registrados 20 asentamientos que pudieron haber surgido para alimentar de mano de obra el filón. Se supone que los técnicos que dirigieron la construcción del complejo sistema de canales y compuertas eran ingenieros de la Legio VII Gemina, es decir, de León. La mina era propiedad de Roma, y los pobladores castrexos pagaban los impuestos al Imperio con su trabajo y las pepitas de oro que con él obtenían.

La actividad pudo llegar a extenderse, como en el resto de las minas romanas, del siglo I al III. “Entonces, todas se abandonaron”, ilustra Santiago Ferrer. “Se cree que en algún momento se dio una fluctuación en el precio del mineral. Bajó mucho y ya no interesaba... No, no fue porque se acabase el oro. El oro todavía sigue estando”.

(Fuente. El País / Silvia R. Pontevedra)

25 de marzo de 2012

Galicia protege el castro costero de Foz (Lugo)

Vista aérea del castro de Foz (Lugo).
Es un castro más de los muchos que salpican la costa de Lugo, pero por sus dimensiones tal vez no sea un castro cualquiera. Patrimonio acaba de inventariar y, por lo tanto, proteger, los restos de un antiguo asentamiento costero que se extiende a lo largo de cuatro pequeñas penínsulas ubicadas en la zona de O Carreiro- Marzán, a solo 300 metros del casco urbano de Foz y frente al litoral que une las playas de A Rapadoira y Llas. El Cantábrico cavó durante siglos los cantiles y dejó al descubierto los muros de lo que posiblemente sean las paredes de viviendas y molinos, además de fragmentos de cerámica constructiva con armazón vegetal y un sistema de tres fosos y parapetos (murallas defensivas) que aíslan el poblado.

Manuel Miranda, portavoz Mariña Patrimonio, el colectivo que lo descubrió y solicitó a los técnicos de Patrimonio que estudiasen el yacimiento, cree que “hay indicios suficientes para considerarlo un castro costero”. Hasta ahora, nadie había alertado de la presencia de este asentamiento, sometido a un maltrato urbanístico de décadas. La línea de costa entre A Rapadoira y Llas puede caminarse gracias a un paseo marítimo construido en 1994 encima del propio yacimiento e incluso se han levantado cuatro viviendas unifamiliares sobre sus restos. Pese a la magnitud de las agresiones, Miranda asegura que buena parte de las seis hectáreas que ocupa este antiguo enclave a los pies del Cantábrico se conservan “presumiblemente intactas”. En A Mariña solo lo supera, con 6,5 hectáreas, el vecino castro da Atalaia (Cervo), desmantelado por una constructora en 2008 ante los ojos de Patrimonio, que paralizó la obra ya consumado el estropicio.

La comunicación de la Dirección Xeral do Patrimonio, remitida a Mariña Patrimonio el pasado 24 de febrero, no especifica a qué tipo concreto de construcción responde el yacimiento, ni tampoco su datación, pero los restos encontrados son muy parecidos a los del resto de castros marítimos de la costa lucense, no solo por la similitud de sus construcciones defensivas sino también por la presencia de indicios de una importante actividad de fundiciones, que ha dejado partes de tierra roja causadas por una combustión constante. Pero a diferencia de yacimientos como el castro de Fazouro (también en Foz) o el de As Grobas (en Ribadeo), que apenas superan las 1 y 2 hectáreas, el recién descubierto destaca, según Miranda, “por su tamaño y complejidad”. En la comarca, solo los castros de Cangas de Foz y de San Tirso de Xove se extienden por más de una península. El primero está inventariado como de una, pero era más grande, y el segundo tiene dos.
(Fuente: El País / Diana Mandía)